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martes, 22 de enero de 2013

Algun viaje en bondi...

Hoy quebré la RUTinaria cotidianeidad. Tras el frío que perforaba mis huesos, debía emprender la difícil labor de contradecir mis instintos sociables para ignorar al rechoncho señor que insistía en mantener un diálogo conmigo.
"Qué porquería este colectivo, ¿sabés hace cuánto que lo espero?"; y, no, la verdad no tengo idea, tampoco es algo demasiado relevante para mi, sino habría preguntado con anterioridad, ¿no cree usted?
Ah, al fin, veo aproximarse al bondi. El señor no desprende sus ojos de mi persona, yo evito cualquier tipo de contacto, hasta el visual. "Dos colectivos juntos, encima", creo haberlo oído murmurar. Lógicamente permanecí inmóvil.
Una chica se acercó corriendo, justo cuando el bondi frenó frente a nosotros. El señor la deja pasar y ella le escupe un "gracias" natural y dulce, ocultando el desinterés por el buen gesto del hombre.
Subimos, también me dejó pasar. El señor se sitúa detrás de mi, que me apoyo en el soporte para discapacitados. Casi siento su respiración en mi nuca, probablemente él esté intentando descifrar qué escribo tan eufóricamente en mi celular, con una rapidez nerviosa.
No dejo de escribir mientras de a ratos miro por el vidrio empañado de la ventanilla, que ofrece un panorama demasiado conocido para mi, casi aburrido, aunque siempre descubro detalles nuevos con tan sólo la voluntad de percibirlos.
Una muchacha pregunta "¿esta es cuenca?", el señor se apresura a responderle, casi recordándome que seguía ahí.
Siguen pasando las cuadras, y por el rabillo de mi ojo derecho veo al señor aproximarse a la puerta. Miro sin disimulo, y sí, estaba mirándome efectivamente, con esa expresión llena de asombro y duda, como si yo fuera una especie de bicho raro, eso debe haber pensado ya que me negué a responderle en la parada del colectivo.
Qué casualidad (nunca creí en las casualidades) ya llega el momento de bajarme. Justo después de la parada en la que se bajó el señor. Espero no volver a verlo con su pantalón deportivo de un azul gastado y su buzo polar gris.
No es por antisocial, sólo no me interesa interactuar con extraños (y con ese término, no me refiero a desconocidos).
Llego al destino cálido, saludo a mis compañeros. Al entrar al aula, uno de ellos nota la espalda peluda de la profesora, mientras yo siento el aliento  a cigarrillo de mi compañero favorito, el cual jamás sabrá la totalidad de mis pensamientos hacia él, a menos que yo sea demasiado evidente (en ocasiones la transparencia tiene desventajas). La profesora pide silencio para comenzar la clase. Noto a una alumna de otro curso con un sweater como el que quiero hace un par de meses.
La clase comienza. A adquirir conocimientos, a encontrar el equilibrio entre la divagación y el aprendizaje.

Y terminé mi descarga por hoy.

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