Hay ciertas oportunidades que son únicas, y nos enseñan a desenvolvernos en diversas situaciones. Viajar es una de ellas. Hace que te desconectes de tu eje principal, de aquello a lo que estamos acostumbrados, de las rutinas y de la familiaridad del ambiente en el que vivimos. El lugar de residencia, prácticamente nos define. No hay forma de negar que nuestras raíces tambien influyen, pero una vez que nos instalamos por un tiempo en un lugar geográfico, es inevitable que nos adaptemos a su cultura y adoptemos ciertas costumbres. Si me preguntaran qué es lo que me gusta de viajar, no tendría una sola respuesta, pero podría mencionar las cosas que me enseñan, que me hacen valorar mi origen y a la vez las culturas diferentes. Estar en este país me mostró, entre otras cosas, lo diferentes que son las reglas y leyes de cada región. Pude aprender que es necesario cuidar ciertas cosas cuando hay más gente en un mismo lugar, y que otras cosas no son importantes, justamente porque hay más personas juntas. Aprendí sobre la importancia de sentirse seguro, no sólo por el miedo a que roben algo nuestro, sino por el hecho a pertenecer a un lugar, tener alguien que responda por uno, poseer identidad y personas que demuestren que esa identidad es cierta, que sos quien el cartoncito dice que sos. También es muy importante tener contactos. En ciudades grandes, si algo te sucede y sos extranjero, se comunicarán con algun contacto, un número de teléfono, una dirección, un nombre, los cuales son realmente necesarios a la hora de viajar. Es decir que si viajara completamente sola, sería peligroso el hecho de no tener a nadie conocido que pudiera responder por mi. Y, qué es realmente lo importante de tener personas que respondan por uno? Más allá de las cuestiones legales y las formalidades, es indispensable -para mí, siendo sumamente dependiente- tener a alguien que te contenga, que te enseñe, que te advierta, que te guíe por el camino correcto, que te cuide y te permita tener un viaje agradable. De otra manera, a mi entender, es imposible conseguir que el viaje sea placentero. Doy gracias a Dios por poder disfrutar de cuatro hermosas personas que se aseguran que yo esté bien, y que me enseñan que uno puede vivir en donde quiera, en un lugar hermoso o en un chiquero, pero sólo será feliz siempre y cuando se sienta como en casa.
domingo, 27 de enero de 2013
Lejos de todo lo que me hace mal
Son muchas las veces que escuché que viajar es lo más lindo, que no hay nada mejor, que es una de las cosas más importantes de la vida, que "quién te quita lo VIAJADO", etc... Ahora, experimentando en carne propia un viaje internacional, puedo realizar un breve y personal análisis sobre lo que vivo en estos días, lejos de casa, lejos de la mayoría de mis seres queridos, lejos del idioma con el que crecí, lejos de mis preocupaciones, lejos de mis tranquilidades y lejos de mis miedos, aunque cerca de conocer nuevos temores que nunca antes se habían presentado, dado que son fruto de las circunstancias en las que me encuentro. Estar en un país donde se habla una lengua que no manejo, es más dificil de lo que pensé; aunque el portugués sea un idioma derivado del latin y con algunas palabras iguales en castellano, me es ampliamente dificil entender lo que escucho, y todavía más es difícil responder. Gracias a Dios mi familia -a quienes visito acá- habla castellano perfecto y con ellos puedo hablar como en casa. De sólo imaginarme estar sola en este país, perderme, o que algo pase que me aleje de mi familia, me recorre una sensación desesperante y muy común: MIEDO.
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