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martes, 22 de enero de 2013

Un poco de lo que me brindás

Supuse que alguna vez me preguntarías cómo llegaste a ser mi centro.
Convertís mis noches en mediodías, si alterno tu calor y alegría,
puedo obtener -aparte del inmenso amor- :
la perfecta armonía,
mas una dosis diaria de color,
interminables sonrisas, -que limpian esos nubarrones de tiza, y llenan mi vida de canciones, juntando nuestros corazones en un sin fin de palabras que expresan las emociones, que contenidas en nuestras miradas, reflejan en nuestros rostros la dicha de tenernos el uno al otro-, mas el resplandor de tu compañía,
lo profundo de tu voz,
la calidez de tus caricias,
lo inconcluso a nuestro favor,
la incandescencia de tus pupilas,
tu capacidad de mover mi mundo,
tu aliento de brisa,
tu perfume de paz,
tus recorridos a prisa,
tu dulzura y tu sal,
tu palabra que arrulla,
tu naturaleza,
tu campo y tu ciudad,
tu piel de durazno,
tus ojos café y cuadrillé,
tu risa de pomelo,
tu pelo de algodón,
tus dientes de hielo,
tu mentira marrón,
tu boca de cielo,
tu carita de bonachón,
tu canción de amor,
tu rio oscuro,
tu afán de protector,
tu mirada superficial,
tus pies de fútbol,
tu interior angelical,
tus huesos duros,
tu amar con desmesura,
tu sentir tan especial,
tu inigualable hermosura no me deja respirar.
Abrumadora es tu ternura , y es que no veo la hora de dejarme llevar por el impulso de acercarme más, y finalmente estar juntos, confirmando lo presunto sin jamás volver a alejarnos, para que sepan que en este asunto no estamos jugando, aunque apostamos todo sin miedo a perder.

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